Hace unos
días, como muchas mañanas en la semana, salí con mis niñas a la puerta a dar
unas vueltas con las nenas en triciclo y carrito. Les encanta pero lo tenemos
que hacer temprano porque el Sol está durísimo.
Después
de un par de vueltas de ida y regreso por la cuadra, me aburrió el repetitivo
recorrido y decidí virar a un lugar poco conocido: nos encaminamos por la calle
sin salida que corta muestra cuadra, hacia el fondo. Allí vive un Señor llamado
Sergio.
Sergio es
un señor “de las calles”. Tiene un pequeño terreno al fondo de la cuadra,
recolecta basura, nos ayuda a los vecinos a llevar nuestra basura hasta le
camión recolector, o deshacernos de las cosas que no necesitamos (no sin antes
intentar encontrarles uso en su guarida). Tiene una manada de perros que lo
siguen donde quiera que va con su carrito de supermercado o su bici-carro. Sólo
uno de los perros se queda siempre en su casa, amarrado: la líder de la manada.
Pues toda la manada se vuelve agresiva si ella está suelta. Pero mientras esto
no ocurra, todos son bellos perros amigables.
Sergio,
no sólo tiene una manada de perros, también tiene patos, dos gallos y un pavo.
Es por eso que nos dirigimos hacia su pequeño reino mis niñas y yo, en
triciclo, esa mañana.
En los 8
años que llevo viviendo en esta casa, pocas veces he tenido ocasión de
conversar realmente con Sergio. Sólo unas cuantas palabras banales, de esas que
no tienen raíces con las que sujetarse a ningún lugar. Pero siempre nos hemos
saludado cortésmente, sonreído en signo de empatía mutua y respeto.
Antes de
saber su nombre, nos referíamos a él como el “dr. House” por el parecido con el
actor y su personaje.
Llegamos,
mis pequeñas hijas y yo al final de la calle dónde la manada de perros nos recibió
alegre (nos conocen bien), el gallo cantó y nos hiso su baile tapatío…
El sr.
Sergio emergió de entre los montículos de lámina y flores avejentadas y aunque
de un tono grisáceo parejo, nos sonrió fresco y amigable. Con ojos limpios de
alegría.
Saludó
también a mis hijas y abrió el improvisado corral de los patos para dejar que
nos vinieran a saludar. A Sienna le encantan. Sobre todo cuando acaban de salir
del corral y abren sus alas y sacuden su cola “estirándose” después de las
horas de encierro.
Mientras
las pequeñas reían y observaban desde sus pequeños transportes individuales a
los animales, yo, victima de mi naturaleza parlanchina, comencé a conversar con
el Sr Sergio.
Fue una
charla reveladora. El señor de harapos engamados enhollín y rancios aromas,
(que jamás me molestaron) comenzó a hablar sobre historia, sobre países,
culturas…
Descubrí
que tenemos en común mucho mas que la calle en que vivimos.
Me
contaba sobre el amor que siente por los animales. Sobre lo perdida que
considera está la humanidad, olvidando sus raíces. Me hablaba (con datos
históricos que mi memoria de corto plazo no me permite reproducir, al mejor
estilo Dori - Buscando a Nemo-))
Me dijo
que consideraba que la humanidad comenzó a perderse cuando las mujeres
comenzaron a dejar de amamantar porque se veía mal y empezaron las nodrizas;
cuando comenzó el desapego. (Jamás lo hubiera imaginado de él!) Me decía que él
no era capaz de comprender cómo las mujeres prefieren lucir pechos de
mujerzuela que alimentar a sus hijos por miedo a que les queden caídos (no sin
disculparse mil veces por hablar de senos en nuestra primera charla formal) e
hiso referencia a estudios que demostraban que la leche materna era el mejor
alimento para los hijos y a tribus donde las mujeres amamantan a todos sus
hijos y aun así no se les caen los pechos. “porque es lo natural, porque es lo
que hay que hacer y a esta sociedad se le olvida”.
Me
contaba cómo a sus casi 70 años, recién aprendió a comunicarse con las personas
sin miedo; a expresar sus emociones. Narraba cómo en “sus tiempos”, los adultos
reprimían a los niños, no dejándoles opinar y ni siquiera escuchar las “cosas
de grandes. Me decía que para que esta sociedad mejorara había que respetar a
los niños y a los animales. Que ellos son nuestros maestros y nos empeñamos en callarlos.
Y así,
pasaron un par de horas que no sentí pero mis hijas sí, porque ya me jalaban
del pantalón y se quejaban….
Nos
despedimos “hasta pronto” y caminé toda la cuadra de regreso, sorprendida.
Jamás me
hubiera imaginado que el solitario Sr que recolecta basura en mi cuadra, sabía
mas sobre crianza de apego que gran parte de los pediatras que he consultado en
los últimos tres años.
Reafirmé
con aquella charla que siempre es maravilloso darnos la oportunidad de escuchar
y conocer un poco sobre aquellas personas con las que se cruzan nuestras vidas,
aunque fuere por un instante.
Mailén
Precisamente es eso: hemos aprendido en esta sociedad automatizada que "todo rápido, cortito, bonito, barato, sin sufrir, sin esperar, perfecto, etc.". Por eso en Internet la información que obtenemos nos aparece rápido y ya nos desesperamos si la página se tarda en abrir unos segundos más; los mensajes en el msn son cortos y al escribir preferimos lastimar nuestra lengua con los "pk, nstrs, kuál, k, x, xq, etc." queremos lo cortido y rapidito. Ya no queremos sentir, disfrutar, escuchar. Es mejor traer el estéreo a todo volumen para que las ventanas del auto y de los vecinos tiemblen, que prestarme los propios oídos y pensar tranquilamente (esto lleva tiempo y queremos lo rapidito), es mejor alejarse de los viejos cuando "la moda es la juventud y despreciar a los ancianos", es mejor alejarse y despreciar a las personas que te prestan un servicio o que no son de tu estatus socioeconómico "lo nice es andar con los fresas"..., no hay que leer porque "lleva tiempo y preferimos lo rápido", no quieren amamantar "porque me tengo que sentar ahí y no, yo ya me tengo que ir al trabajo", etc., etc., etc. Por eso los pediatras se sienten a veces tan fríos, porque no te hablan desde la experiencia, desde la sensibilidad del corazón y este Sr. sí.
ResponderEliminarDebemos caer poco a poco en la cuenta de que todas las personas merecen respeto y todas las personas (más los viejos y los niños) nos pueden enseñar cosas maravillosas. Los viejos tienen tanta sabiduría, pero su sabiduría puede no ser de computación, cálculo, ingeniería. La sabiduría de ellos es invaluable, es la experiencia, son las vivencias tan palpables y tan vívidas que nos comparten. Claro que el Dr House, que diga el Sr. Sergio (ja, ja) sabe de desapego, porque es un hombre al que le ha tocado ver cambiar a la sociedad ante sus ojos y ver la desensibilización a la que hemos llegado.
Puedo decir que en algunas cosas seguro ha habido cambios, pero en otras hemos ido en retroceso. Me gusta leer esto de que ha aprendido a comunicarse con los demás sin miedo, esta es una de las experiencias de las que él nos puede dar cátedra, sin embargo no deja de ser dolorosa.
Me parece fundamental lo que te comenta del respeto a los niños y a los animales, lamentablemente no me convence el hecho de que los seres humanos entendamos QUÉ ES EL RESPETO. Me parece que es algo muy fácil de leer, quizá hasta de definir, pero muy difícil de entender y poner en práctica. Me gusta leer que hay algunas personas que hablan de búsqueda de la práctica del respeto como son tu y el Sr. Sergio. ¡Hagan una plaga! ja, ja, ja.
Estoy segura de que él ha disfrutado tanto la charla como tú! y que probablemente tus nenas te jalaban el pantalón porque veían que ibas para largo, ¡listas ellas!
Efectivamente: "si uno se da la oportunidad, de todas las personas se aprende algo, siempre y cuando tengamos los ojos bien abiertos, las orejas bien limpias y las antenas bien paradas".
¡Saludos y ya sabes que me encanta leerte Mailén!
GRacias!!!! y estoy de acuerdo enque no e slo mismo hablar de Respeto que ponerlo en práctica, porque en algún punto, aun con las mejores intenciones, el Ego se interpone. Y creo que hayuna lucha interna, a vece sinconsiente, entre lo que Somos y lo que socialmente se nos va inculcando (como pertenecer a cierto grupo y despreciar otro)...
EliminarTotalmente de acuerdo! Somos seres sociales y, la pertenencia es muy valiosa para el ser humano, aunque poco a poco conforme la persona crece puede irse adueñando de sí misma y decidir qué es lo que quiere SER y cómo serlo. Claro está, que eso no es fácil.
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