Nuestro
viaje a Colombia está por llegar a su final, justo hace un mes Ale y yo estábamos
alistando nuestras maletas para venir a ver a nuestra familia, y hoy 30 días
después ya tenemos que empezar a pensar en el regreso y siento como que fue un
abrir y cerrar de ojos. Nuestra primera parada fue en la Ciudad de Cúcuta al
norte del país donde fuimos por el amoroso patrocinio de mi amiga Magda quien además
es la madrina número 5 de Ale, para mi ver a Magda es encontrarme con un alma
compañera con quien implícitamente hemos sellado el pacto de querernos sin
importar el tiempo, la distancia, el dinero, ni nada; cuando estoy con ella no
puedo evitar contagiarme de su optimismo y constante sonrisa, tuvimos tiempo
para compatir con su novio Rami un chico con un corazón tan limpio que es
imposible no quererlo, con Goyo su hermano que es un niño eterno atrapado en el
cuerpo de un adulto, Doña Elsa quien nació para dar y dar sin remilgo.
Nuestra
segunda parada fue en la ciudad de Bogotá, decidimos pasar 3 días con Tinita,
Tinita es amiga de mi mami desde que estaban en el colegio, y para mí ha sido
amiga hermana, compañera, cómplice, mamá canguro, yo simplemente no puedo
imaginar cómo hubiera sido mi vida entera sin su amor, fueron pocos días pero
suficientes para comer los frutos de su finca el milagro y volver a abrazarnos
en este amor que siento también infinito.
La tercera parada fue en la Ciudad de
Popayán, esta vez el motivo, la boda de mi prima Lusa con Firas, todo la
familia se congrego en este evento y a mí me encantó quedarme con esta
sensación de que pase lo que pase y por más de que la vida no todas las veces
es tan feliz siempre hay tiempo para la unión, la risa, el baile, la
celebración de la vida misma. En Popayán además están mis tí@s,
prim@s, mi abuela de casi 90 años, mi hermana y
mi madre. En este viaje he descubierto el inmenso poder femenino que hay en mi
familia, veo a mi hermana tan fuerte, sonriente, valiente a pesar de que vive
una situación de mucho aprendizaje que no puedo más que amarla y admirarla y en
silencio rogar tener un día si quiera una micro partícula de toda su fuerza, y
así podría escribir sobre cada una de las mujeres de mi familia materna pero y
lo haré poco a poco por que escribir sobre ellas es escribir sobre mi misma.
La
cuarta parada fue en el pueblito de Santiago, visitando a mis abuelos paternos,
siempre que estoy con ellos me lleno de esperanza y de ilusión de que las cosas
si uno se lo propone si pueden ser para toda la vida, veo a mi abuela y su
cabellera negra sin canas a sus 87 años y quisiera pensar que herede algo de su
genética que la hace ver siempre bella. Aprovechando el viaje fuimos a ver a la
familia Bernal, familia de corazón de mi padre y por lo tanto mía y de Ale, me
encantó la reunión de todos alrededor de un sancocho hecho en leña y con ese
paisaje del valle que uno quisiera evocar siempre que cierra los ojos y busca
la tranquilidad.
De ahí salimos para la Ciudad de Tumaco desde donde escribo
estas líneas, aquí estamos gozando de mi padre y de su esposa, del buen clima,
del mar, de la comida de mar fresca, de las mascotas y del cariño sincero que
se respira por todas partes... En unos días regresaremos a Popayán a pasar los
últimos días del viaje con mi Mami y mi hermana y de ahí volaremos raudas y
veloces a abrazar al hombre que nos hace sonreír a ambas.
Este viaje para mí ha
sido una gran bendición, al final me gusta pensar que Ale
tiene una mamá viajera y valiente y deseo con todo mi corazón que su vida este
llena de tantas buenas personas como la mía y albergo la confizan de que vivirá
en plena libertad, sin miedos y segura de que tiene todo el derecho a ser feliz
con lo que elija para su vida.
Lore
Lore
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