11 junio 2012

Encuentro Cercano

Hace unos días, como muchas mañanas en la semana, salí con mis niñas a la puerta a dar unas vueltas con las nenas en triciclo y carrito. Les encanta pero lo tenemos que hacer temprano porque el Sol está durísimo.
Después de un par de vueltas de ida y regreso por la cuadra, me aburrió el repetitivo recorrido y decidí virar a un lugar poco conocido: nos encaminamos por la calle sin salida que corta muestra cuadra, hacia el fondo. Allí vive un Señor llamado Sergio.
Sergio es un señor “de las calles”. Tiene un pequeño terreno al fondo de la cuadra, recolecta basura, nos ayuda a los vecinos a llevar nuestra basura hasta le camión recolector, o deshacernos de las cosas que no necesitamos (no sin antes intentar encontrarles uso en su guarida). Tiene una manada de perros que lo siguen donde quiera que va con su carrito de supermercado o su bici-carro. Sólo uno de los perros se queda siempre en su casa, amarrado: la líder de la manada. Pues toda la manada se vuelve agresiva si ella está suelta. Pero mientras esto no ocurra, todos son bellos perros amigables.
Sergio, no sólo tiene una manada de perros, también tiene patos, dos gallos y un pavo. Es por eso que nos dirigimos hacia su pequeño reino mis niñas y yo, en triciclo, esa mañana.
En los 8 años que llevo viviendo en esta casa, pocas veces he tenido ocasión de conversar realmente con Sergio. Sólo unas cuantas palabras banales, de esas que no tienen raíces con las que sujetarse a ningún lugar. Pero siempre nos hemos saludado cortésmente, sonreído en signo de empatía mutua y respeto.
Antes de saber su nombre, nos referíamos a él como el “dr. House” por el parecido con el actor y su personaje.
Llegamos, mis pequeñas hijas y yo al final de la calle dónde la manada de perros nos recibió alegre (nos conocen bien), el gallo cantó y nos hiso su baile tapatío…
El sr. Sergio emergió de entre los montículos de lámina y flores avejentadas y aunque de un tono grisáceo parejo, nos sonrió fresco y amigable. Con ojos limpios de alegría.
Saludó también a mis hijas y abrió el improvisado corral de los patos para dejar que nos vinieran a saludar. A Sienna le encantan. Sobre todo cuando acaban de salir del corral y abren sus alas y sacuden su cola “estirándose” después de las horas de encierro.
Mientras las pequeñas reían y observaban desde sus pequeños transportes individuales a los animales, yo, victima de mi naturaleza parlanchina, comencé a conversar con el Sr Sergio.
Fue una charla reveladora. El señor de harapos engamados enhollín y rancios aromas, (que jamás me molestaron) comenzó a hablar sobre historia, sobre países, culturas…
Descubrí que tenemos en común mucho mas que la calle en que vivimos.
Me contaba sobre el amor que siente por los animales. Sobre lo perdida que considera está la humanidad, olvidando sus raíces. Me hablaba (con datos históricos que mi memoria de corto plazo no me permite reproducir, al mejor estilo Dori - Buscando a Nemo-))
Me dijo que consideraba que la humanidad comenzó a perderse cuando las mujeres comenzaron a dejar de amamantar porque se veía mal y empezaron las nodrizas; cuando comenzó el desapego. (Jamás lo hubiera imaginado de él!) Me decía que él no era capaz de comprender cómo las mujeres prefieren lucir pechos de mujerzuela que alimentar a sus hijos por miedo a que les queden caídos (no sin disculparse mil veces por hablar de senos en nuestra primera charla formal) e hiso referencia a estudios que demostraban que la leche materna era el mejor alimento para los hijos y a tribus donde las mujeres amamantan a todos sus hijos y aun así no se les caen los pechos. “porque es lo natural, porque es lo que hay que hacer y a esta sociedad se le olvida”.
Me contaba cómo a sus casi 70 años, recién aprendió a comunicarse con las personas sin miedo; a expresar sus emociones. Narraba cómo en “sus tiempos”, los adultos reprimían a los niños, no dejándoles opinar y ni siquiera escuchar las “cosas de grandes. Me decía que para que esta sociedad mejorara había que respetar a los niños y a los animales. Que ellos son nuestros maestros y nos empeñamos en callarlos.
Y así, pasaron un par de horas que no sentí pero mis hijas sí, porque ya me jalaban del pantalón y se quejaban….
Nos despedimos “hasta pronto” y caminé toda la cuadra de regreso, sorprendida.
Jamás me hubiera imaginado que el solitario Sr que recolecta basura en mi cuadra, sabía mas sobre crianza de apego que gran parte de los pediatras que he consultado en los últimos tres años.
Reafirmé con aquella charla que siempre es maravilloso darnos la oportunidad de escuchar y conocer un poco sobre aquellas personas con las que se cruzan nuestras vidas, aunque fuere por un instante.
Mailén

3 comentarios:

  1. Precisamente es eso: hemos aprendido en esta sociedad automatizada que "todo rápido, cortito, bonito, barato, sin sufrir, sin esperar, perfecto, etc.". Por eso en Internet la información que obtenemos nos aparece rápido y ya nos desesperamos si la página se tarda en abrir unos segundos más; los mensajes en el msn son cortos y al escribir preferimos lastimar nuestra lengua con los "pk, nstrs, kuál, k, x, xq, etc." queremos lo cortido y rapidito. Ya no queremos sentir, disfrutar, escuchar. Es mejor traer el estéreo a todo volumen para que las ventanas del auto y de los vecinos tiemblen, que prestarme los propios oídos y pensar tranquilamente (esto lleva tiempo y queremos lo rapidito), es mejor alejarse de los viejos cuando "la moda es la juventud y despreciar a los ancianos", es mejor alejarse y despreciar a las personas que te prestan un servicio o que no son de tu estatus socioeconómico "lo nice es andar con los fresas"..., no hay que leer porque "lleva tiempo y preferimos lo rápido", no quieren amamantar "porque me tengo que sentar ahí y no, yo ya me tengo que ir al trabajo", etc., etc., etc. Por eso los pediatras se sienten a veces tan fríos, porque no te hablan desde la experiencia, desde la sensibilidad del corazón y este Sr. sí.

    Debemos caer poco a poco en la cuenta de que todas las personas merecen respeto y todas las personas (más los viejos y los niños) nos pueden enseñar cosas maravillosas. Los viejos tienen tanta sabiduría, pero su sabiduría puede no ser de computación, cálculo, ingeniería. La sabiduría de ellos es invaluable, es la experiencia, son las vivencias tan palpables y tan vívidas que nos comparten. Claro que el Dr House, que diga el Sr. Sergio (ja, ja) sabe de desapego, porque es un hombre al que le ha tocado ver cambiar a la sociedad ante sus ojos y ver la desensibilización a la que hemos llegado.
    Puedo decir que en algunas cosas seguro ha habido cambios, pero en otras hemos ido en retroceso. Me gusta leer esto de que ha aprendido a comunicarse con los demás sin miedo, esta es una de las experiencias de las que él nos puede dar cátedra, sin embargo no deja de ser dolorosa.
    Me parece fundamental lo que te comenta del respeto a los niños y a los animales, lamentablemente no me convence el hecho de que los seres humanos entendamos QUÉ ES EL RESPETO. Me parece que es algo muy fácil de leer, quizá hasta de definir, pero muy difícil de entender y poner en práctica. Me gusta leer que hay algunas personas que hablan de búsqueda de la práctica del respeto como son tu y el Sr. Sergio. ¡Hagan una plaga! ja, ja, ja.

    Estoy segura de que él ha disfrutado tanto la charla como tú! y que probablemente tus nenas te jalaban el pantalón porque veían que ibas para largo, ¡listas ellas!

    Efectivamente: "si uno se da la oportunidad, de todas las personas se aprende algo, siempre y cuando tengamos los ojos bien abiertos, las orejas bien limpias y las antenas bien paradas".

    ¡Saludos y ya sabes que me encanta leerte Mailén!

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    1. GRacias!!!! y estoy de acuerdo enque no e slo mismo hablar de Respeto que ponerlo en práctica, porque en algún punto, aun con las mejores intenciones, el Ego se interpone. Y creo que hayuna lucha interna, a vece sinconsiente, entre lo que Somos y lo que socialmente se nos va inculcando (como pertenecer a cierto grupo y despreciar otro)...

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  2. Totalmente de acuerdo! Somos seres sociales y, la pertenencia es muy valiosa para el ser humano, aunque poco a poco conforme la persona crece puede irse adueñando de sí misma y decidir qué es lo que quiere SER y cómo serlo. Claro está, que eso no es fácil.

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